miércoles, 1 de septiembre de 2010

'Monterror'

Un texto guardado desde hace unos meses:

Javier Rodríguez Cura
MONTERREY, NL.- “Esto ya parece un rastro con tanto muerto, ya hasta les cortan la cabeza”.

Es la voz de doña Fina (nombre ficticio). Ella vende cada semana ropa usada en un mercado a unas cuantas cuadras de donde mataron a cinco policías en Apodaca.

El murmullo en esta zona retumba con megáfono. Es un mercado sobre ruedas, convencional, sí, pero con miedo.

Temor es una palabra ya común en esta zona. Pánico es un vecino más. Ellos ya están en medio del grito de la oferta del aguacate y el correisevacorriendo con El Valiente.

“Arquitecto, según las autoridades policiacas competentes nos refieren que en punto de las 4:30 horas se registró la ejecución (sic, por asesinato) de cinco elementos policiacos a manos de un grupo armado, según se nos refirió; las autoridades han comenzado con las investigaciones pertinentes”, refiere un burócrata del ámbito de seguridad mutado en reportero de la TV.

Ya los periodistas hablan como policía en una radiofrecuencia. Lo único que le falta al conductor es responderle a su reportero en clave.

Doña Fina se vuelve a quejar. “Eso fui aquí cerquita, aquí por el vado, ya ni sabe uno cómo le vamos a hacer. Andaban aquí los soldados, el 213 (la ruta de camión que pasa por allí) se desvió, se fue por allá, pobres los de Cosmopolis se quedaron sin camión”.

Los maestros entraron en psicosis. Los niños están felices. Las clases se suspendieron esa mañana. La primaria cambió la clase por el resguardo ante el miedo.

Vecinos dicen que les hablaron a la escuela para decir que secuestrarían niños. Otros, que los profes son unos pinches huevones que nomás vieron chance y no quisieron trabajar.

El que sí está es el miedo.

“Mamá, pasaron los soldados por aquí, y un chorro de patrullas; yo vi al sin cabeza en la tele en la mañana, estaba bien gacho”, dice un niño mientras compra una nieve a lado del puesto de doña Fina.
La vida transcurre normal. Van más de 500 asesinatos en menos de tres años en Nuevo León.

El uniforme azul zeta de la Policía quedó en tonalidad de luto. Sólo ese miércoles mataron a nueve. Cinco de Apodaca, dos de Guadalupe y dos de Santiago. Cada uno en extremo diferente de la mancha urbana de Monterrey.

El directivo de un periódico había titulado su columna hacia unas semanas: “Monterror”. Es lo que ya vive aquí.

La parálisis

Monterrey quedó paralizado esa tarde. Otra vez.

Es un miércoles que parece normal, sin sobresaltos, con la violencia de siempre. Con los muertos del día, con el miedo que camina contigo en una ciudad que ha visto acrecentar sus índices delictivos una enormidad.

Poco después de las 5:00 de la tarde el rumor corre como maratonista en la zona centro: Hay bloqueos.

“Hay uno en Fidel Velázquez y Universidad”, dice una persona mientras camina cerca de la Alameda, “hay otro en la salida a García”, dicen en la radio.

Así se va diciendo de boca en boca. La información no es única de los reporteros y de los medios, el ciudadano de a pie sabe lo qué pasa. Los padres le hablan a sus hijos para decirles dónde no se metan.

Los hijos le dicen a sus padres que se queden en la chamba para evitarse problemas.

Son poquito después de las 6:00 de la tarde. Hay cinco chavos, chavitos menores de edad, cada uno con una escuadra sobre la avenida Universidad casi al llegar a Sendero, dos de las vías más importantes del norte de Monterrey. Bajan a un chofer de una combi que viene de Escobedo a San Nicolás, le gritan a los pasajeros y los bajan.

Mientas acomodan la combi para que no pase nadie. Del otro lado de Universidad, los automovilistas empiezan a huir, se mete en calles en contra. Circulan tan rápido como el pavor. Quieren evitar quedarse parados más de una hora en un cruce en el que el hampa gobierna sobre el Gobierno.

Nadie llega. La ciudad es un caos. Está bloqueada como las piernas de una mujer llena de varices. Nada circula.

Dicen que son 30 y tantos bloqueos. Otros dicen que son 41, al final dan por buena esta cifra.

“Enfrente del Campo Militar había dos carros quemados, papá”, le dice un jovencito de la misma edad que los que bloquean. Aquí ya no sorprende nada.

Hace un año fue igual. “Los tapados” llegaron de los barrios bajos a taponear la vialidad. Esa vez iban con palos, cadenas para amenazar a los automovilistas. Fueron más violentos, aunque ahora portan pistola, pero no la usan.

“Los tapados” mandan. Dicen que los van a contrarrestar… con grúas.

Ya no escribo. Estoy igual de bloqueado.

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