martes, 16 de diciembre de 2014

La derrota como épica

Javier Rodríguez C.

Tú no me cautivaste por tus vitrinas repletas de copas, ni por titulares victoriosos sobre ti en los diarios.

Mi primera vez fue una tarde en que nuestra gloria era no perder.

Recuerdo que, hace ya casi 20 años, emocionado le relataba a mamá que Israel García flotó la bola como un borrador de la derrota.

¿Por qué algunos meses después, aquel maldito mediodía de marzo del 96, no fui a verte? Preferí ir a mi primera comunión y rezar para no irnos al infierno. Esa tarde supe que nuestro código postal es uno: perder.

No recuerdo tarde de sábado en mi infancia sin papá sentado a mi lado en tus tribunas. Él me enseñó que en la derrota no se le debe a insultar a nadie. Nunca me dijo qué se hace en la victoria, porque jamás anclamos en esas bahías.

Ni el frío del invierno del 96, ni la sofocante tarde del soleado 97, menos la nebulosa noche del 2011, me paré a verte con un traje que no es el de nosotros: el de ganador.

Es imposible entenderte sin haber llorado en tus gradas. Como en el 96, en 2001, las dos veces de 2003, en 2005, y en la primavera de 2011.

Aquella tarde de 2009 que otro nos tuvo que salvar de irnos de nuevo al infierno. Tan perdedores somos que nuestra “victoria” se derivó del triunfo de otros.

Antier, volviste a ilusionarnos. A subirnos al cielo y caernos al suelo. Volví a llorar con un silbido final. Voltee a mis lados y vi lágrimas descender de muchos rostros.

Aunque ya no eres ese frío autista; te vi pelear como nunca, ilusionarnos como jamás antes… y perder como lo acostumbramos.

Creo que, en buena medida, la responsabilidad de no ganar en esta chance es por agentes externos.
Aunque viéndolo bien, las externalidades no nos quitaron nada, sólo nos dieron nuestro histórico lugar.

Sí, históricamente este eres tú, el que le gusta y nos contagias de la afición por la bella arte de la derrota.

Dice el himno del Atlético de Madrid, otro épico perdedor que:
Qué manera de aguantar,
qué manera de crecer,
qué manera de sentir,
qué manera de soñar,
qué manera de aprender,
qué manera de sufrir,
qué manera de palmar,
qué manera de vencer,
qué manera de vivir,
qué manera de subir y bajar de las nubes


Escuchaba al gran Pancho Varona decir que a los Atletis les daba miedo la victoria, porque acostumbrarse a ella sería perder su esencia.

Ese ADN que es también el nuestro, el de los nacidos para perder.

Tener esa esencia propia:

La derrota como épica.


martes, 13 de mayo de 2014

El día que hice enojar a Zambrano


Por Javier Rodríguez C.
En Obras me recibieron con dos encargos: entrevistar a todos los candidatos presidenciales (aún no sabíamos que serían cuatro) y hacer un perfil sobre Cemex. Entender a Cemex, era hablar de y con Lorenzo Zambrano, quien desde hacía un par de años no daba entrevistas.
Durante dos meses le envié solicitudes, tuits, llamadas al corporativo, mensajes con terceros. Nada. 
Mientras, Peña Nieto me dio una amplia entrevista. Con Andrés Manuel hablé unos minutos en privado, luego de taclear a su equipo de prensa y al CEO de la empresa donde yo trabajaba. Con Quadri acabé hablando de alcohol y restaurantes de la del Valle. Sólo Josefina me canceló de último momento.
Pero Zambrano, nada.
Una tarde de junio redacté una carta en papel membretado y se la envié a las oficinas de Cemex en Monterrey. Le escribí a su mail con la carta adjunta, lo arrobé desde mi cuenta de Twitter y le pedimos –mi entonces jefe y yo- a una directiva que le mandara un MD a @LHZambrano.
En menos de dos minutos, teníamos a uno de sus más cercanos colaboradores al teléfono: pues, ¿qué se les ofrece?  
Le dijimos a grandes rasgos: queremos matar virtualmente a Cemex para entender su magnitud e importancia. ¿Cómo sería un México sin Cemex?


Zambrano no quiso participar. Lo convencimos que escribiera un artículo, lo tituló Los simbolismos del progreso. Pero tenía dudas de nuestro texto.
Días después me llamó mi jefe. Cemex había hablado preguntando por nuestro asesinato virtual, el México sin Cemex. Horas antes, yo había platicado con Rafael Rangel Sostmann (consejero de Cemex), a quien le dije que los inversionistas del Mary Nour participarían en el texto.
Sabía que si algo enojaba a Lorenzo Zambrano era hablar sobre las acusaciones de su falta de apertura a la competencia. Conocer que citaríamos el caso del Mary Nour les irritó.
Nuestra respuesta fue: participan como una fuente más. Y así va el texto.
Mientras Ricardo Alessio me decía que Cemex era de las empresas más competitivas pero que a la vez evitaba la competencia, un analista de marcas me decía que México sin Cemex era como una silla con tres patas.
En ese texto recreé en tercera persona un par de mensajes que intercambié con don Lorenzo la noche del campeonato de Tigres:
“@LHZambrano felicidades a usted inge también, gracias por rescatar a este equipo”.
No recuerdo por qué esa mágica noche le escribí a él, antes que hablarle al Inge, a Mancilla o a Damián.
En mi iPad leí: “@LHZambrano: @RodriguezCura... Saludos Javier !”
Le enviamos a su oficina tres ejemplares de esa revista que se agotó, de la que ni siquiera yo tengo.
Y jamás volvimos a hablar, ni siquiera a tuitear. Hasta ayer lo arrobé. Y recordé aquella entrevista en El País: Si perdemos Monterrey, lo demás está perdido.
Y nuestro Monterrey allí está, nunca se perdió.
Aunque, sabe don Lorenzo: me debe una entrevista. En la que, pese a que lo admiro, le prometo que lo volveré a hacer enojar con mis preguntas.  
Le mando un tuit de rato. Al de siempre: @LHZambrano.