Por
Javier Rodríguez C.
En Obras
me recibieron con dos encargos: entrevistar a todos los candidatos
presidenciales (aún no sabíamos que serían cuatro) y hacer un perfil sobre
Cemex. Entender a Cemex, era hablar de y con Lorenzo Zambrano, quien desde
hacía un par de años no daba entrevistas.
Durante dos
meses le envié solicitudes, tuits, llamadas al corporativo, mensajes con
terceros. Nada.
Mientras, Peña Nieto me dio una amplia entrevista. Con Andrés
Manuel hablé unos minutos en privado, luego de taclear a su equipo de prensa y
al CEO de la empresa donde yo trabajaba. Con Quadri acabé hablando de alcohol y
restaurantes de la del Valle. Sólo Josefina me canceló de último momento.
Pero
Zambrano, nada.
Una
tarde de junio redacté una carta en papel membretado y se la envié a las
oficinas de Cemex en Monterrey. Le escribí a su mail con la carta adjunta, lo
arrobé desde mi cuenta de Twitter y le pedimos –mi entonces jefe y yo- a una
directiva que le mandara un MD a @LHZambrano.
En
menos de dos minutos, teníamos a uno de sus más cercanos colaboradores al
teléfono: pues, ¿qué se les ofrece?
Le
dijimos a grandes rasgos: queremos matar virtualmente a Cemex para entender su
magnitud e importancia. ¿Cómo sería un México sin Cemex?
Zambrano
no quiso participar. Lo convencimos que escribiera un artículo, lo tituló Los
simbolismos del progreso. Pero tenía dudas de nuestro texto.
Días después me llamó mi jefe. Cemex había hablado preguntando por nuestro asesinato
virtual, el México sin Cemex. Horas antes, yo había platicado con Rafael
Rangel Sostmann (consejero de Cemex), a quien le dije que los inversionistas del
Mary Nour participarían en el texto.
Sabía
que si algo enojaba a Lorenzo Zambrano era hablar sobre las acusaciones de su falta
de apertura a la competencia. Conocer que citaríamos el caso del Mary Nour les
irritó.
Nuestra
respuesta fue: participan como una fuente más. Y así va el texto.
Mientras
Ricardo Alessio me decía que Cemex era de las empresas más competitivas pero
que a la vez evitaba la competencia, un analista
de marcas me decía que México sin Cemex era como una silla con tres patas.
En ese texto recreé en tercera persona un par de mensajes que
intercambié con don Lorenzo la noche del campeonato de Tigres:
“@LHZambrano felicidades a usted inge también, gracias por rescatar a este equipo”.
No recuerdo por qué esa mágica noche le escribí a él, antes
que hablarle al Inge, a Mancilla o a Damián.
En mi iPad leí: “@LHZambrano: @RodriguezCura... Saludos Javier !”
Le enviamos a su oficina tres ejemplares de esa revista que
se agotó, de la que ni siquiera yo tengo.
Y jamás volvimos a hablar, ni siquiera a tuitear. Hasta ayer
lo arrobé. Y recordé aquella entrevista en El País: Si perdemos Monterrey, lo
demás está perdido.
Y nuestro Monterrey allí está, nunca se perdió.
Aunque, sabe don Lorenzo: me debe una entrevista. En la
que, pese a que lo admiro, le prometo que lo volveré a hacer enojar con mis
preguntas.
Le mando un tuit de rato. Al de siempre: @LHZambrano.
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