sábado, 28 de agosto de 2010

El viernes que no fui reportero

Javier Rodríguez Cura

Me formé con la idea que el periodista tiene una afinidad con Superman: jamás se quita el traje, ni siquiera para dormir.

Soy un convencido que esto no es un trabajo, es una religión. Ir por una nota es como ir a La Meca, una exclusiva es casi como si Dios te diera la de ocho al declarar que está a favor de los matrimonios gays o la eutanasia.

Uno piensa, defeca, duerme, come, y se emborracha con “la nota”. Todos queremos una gran historia que contar, de manera diferente, un gran golpe periodístico.

Pero ese viernes no lo hice. No lo quise.

Desde un día antes me confirmaron la recomendación de la CNDH tras el asesinato de Jorge y Javier –ya hasta me resulta familiar hablarles por su nombre de pila-, desde hacía más de un mes me habían adelantado cómo venía eso. Pero me pidieron guardarlo hasta que fuera conveniente.


Revisarlo no me sorprendió, lo que venía allí era lo mismo que ya sabía. Que los remataron en el suelo a menos de un metro con una pistola de un calibre pequeño. Que Javier acabó con tres pozos en la cara. Y que Jorge fue torturado.

Al leerlo, busqué a mis fuentes, a los padres de Jorge. No me contestaron. No estaban, porque no querían hablar en ese momento.

Revisé mis apuntes, lo que hemos publicado. Pero no sólo son líneas escritas con una gran pasión por la verdad. Son párrafos de dolor. Caracteres de frustración. Textos de la impunidad.

Hace varias semanas había ido a la casa de ellos. Una vez más, van como cinco ocasiones que voy porque se sienten en la confianza de compartirme información que con nadie más lo hacen.

Doña Rosy Mercado no olvida a su hijo. ¿Por qué lo ha de olvidar? Llegué y comenzamos a platicar. Me trajo una vivencia reciente con su vecino de enfrente, un niño que ha de cursar el kínder.
-“Mami ¿y la señora se quedó sin hijos?”, le preguntó el chavito a su mamá.

-“Sí, mijo, se quedó solita con su esposo”, respondió.

-“¿Y si yo me voy con ella?, al cabo que tú tienes a mi hermanita y no te vas a quedar sola”, rememora doña Rosy acompañada de una lágrima que transita por su mejilla izquierda, que contrasta con su tez blanca.

Ese fue uno de los recuerdos de otros tantos que quedan en la confidencialidad de la charla off the record. Ya que la grabadora sería incapaz de registrar tanto dolor y sentimiento.

Cada vez que platico con los Medina Mercado el sentido de la vida adquiere otra dimensión. Ellos han sufrido la violencia en carne propia. Y valoran el existir de otra manera.

Será porque les llaman “daños colaterales”. Como si fuese sólo una fría cifra y no un cálido ser humano.

Esa mañana, salí de su casa, de nueva cuenta, con un nudo en la garganta.

Hace dos viernes me pidieron que los buscara para saber qué pensaban de la recomendación (politizada) de la CNDH. No quería ir. Me identifiqué demasiado con la historia.

Les marqué varias veces desde mi celular, no me contestaban, sabía que no estaban.

Por la tarde, mi compa el editor me dijo que no los buscara, que le pasara el contacto a una reportera y que ella iría. Le encargué que me los saludara y me metí a una junta.

El ser humano venció al reportero.

Tras varios días les llamé una tarde. Quería saludarlos y agradecerles la confianza hacia nosotros.
Hubo un intercambio de muestras de aprecio y la misma plática que tenemos desde mayo que los busqué por primera vez: Que los nombres de Jorge y Javier queden totalmente limpios y que su muerte no quede impune.

No sabía qué decirles, así que les pregunté por el perfil publicado en El Norte por Daniel de la Fuente.

No lo habían leído, lo tomé de internet y se los envié.

Muchos colegas saben que ellos casi no dan entrevistas, que somos contados con los que hablan. Multimedios Monterrey, Denise Maerker y se había integrado a la lista los de W Radio. Ah… y yo.

Recibí una llamada de la oficina de Sergio Sarmiento. Me pedían que los ayudara a contactarlos.

Hablé con don Joel; ellos aceptaron. Pero me dijeron que era sólo porque yo se los pedía.

Sabía que a pesar de que buscaba información, había fallado porque no quise ser reportero esa mañana de viernes.

Que no tuve la fortaleza contra las injusticias. Pero sí tuve la capacidad de acompañar soledades, aunque sea de lejos para no incomodar.

Se escuchó el sonidito del correo electrónico. Estaba entrando uno:
JAVIER MUCHAS GRACIAS POR ENVIARME ESTA NOTICIA REALMENTE ME GUSTO MUCHO QUE DIOS TE BENDIGA POR ESTA INFORMACION QUE NOS FORTALECE MUCHO Y QUE GRACIAS A DIOS EXISTEN PERSONAS TAN PROFESIONALES COMO TÚ, SE QUE NO ESCRIBISTE ESTE REPORTAJE PERO SI LEIMOS EL TUYO, Y QUE FUÉ IGUAL DE AGRADABLE QUE ESTE; SE QUE DIOS NOS MANDA A GENTE IDONEA PARA FORTALECERNOS DE ESTA LAMENTABLE SITUACION.


QUE DIOS TE BENDIGA Y TE CUDE PARA QUE SIGAS APOYANDO EMOCIONALMENTE A MUCHA GENTE, SIGUE SIENDO LA PERSONA TAN HUMILDE QUE ERES Y SIEMPRE HABLANDO CON LA VERDAD.


RECIBE UN ABRAZO MUY FUERTE DE PARTE DE ROSY Y MIA.

SALUDOS JOEL

QUE DIOS TE BENDIGA.

Lo leí y salí de la redacción con la cabeza hecha un desmadre y el corazón en un puño. Me fumé un cigarro, mientras mi cerebro y las entrañas rodeaban este mail.

Un gran amigo me contó que cuando te puedes ver de frente al espejo, sin tapujos, tras publicar una gran historia te das cuenta que ser reportero es la profesión más hermosa del mundo.

Sí me puedo ver al espejo.

Pero ese viernes no fui reportero.

viernes, 13 de agosto de 2010

Lo reconocen entre plomo y sangre



Javier Rodríguez Cura
Fotos: Cortesía Alejandro Cossío

-Pérame tantito, si me hubieras hablado hace cinco minutos te diría que en Tijuana está muy tranquilo, pero se acaban de echar a uno…

Es Alejandro Cossío del otro lado de la bocina. Es un fotoreportero mexicano. Pero no cualquiera. Esta semana se enteró que ganó el Premio de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en su categoría de fotografía.

La tarde del jueves trabaja como siempre. Va con uno de sus compañeros del semanario Zeta a un asesinato. Un muerto en la Zona del Río, una de las zonas más exclusivas de Tijuana. Otro más en esta frontera caliente que sólo entre 2008 y 2010 han aparecido mil 137 cruces más en sus panteones.

***
“No sé, la primera vez que vi en el cuarto oscuro cómo se revelaba, cuando todavía se tomaba con rollo, dije: ‘mmmta, esto es magia’ y de allí me enamoré”.
Su trabajo fotográfico fue considerado por los jueces de la Fundación como el mejor de América Latina y España, pero él no sabe cómo es que llegó a ser fotoreportero.
 
-Bueno, ¿y por qué fotografía periodística?
Híjole, no me lo explico muy bien, siempre me atrajo, siempre me movió, hacer fotografía con sentido social, esa con la que puedes denunciar o hacer un tipo de cambio y si es que se puede.

Doce fotografías conforman el trabajo “México al punto del quiebre”. Captadas durante 2008 y 2009 “los años más violentos de Tijuana”, confiesa Alejandro.

Fotos que llevan un hilo conductor: la muerte y violencia.

La foto que abre su galería es un dije de la Santa Muerte. Éste le fue confiscado a uno de los sicarios de Uriel López Uriarte, uno de los terratenientes de Teodoro García Simental. Todos ya detenidos.

Ya espera el 21 de septiembre cuando recibirá el premio de manos de Gabriel García Márquez y el empresario Lorenzo Hormsidas Zambrano Treviño. Apenas es el segundo mexicano que ha ganado el premio por trabajo, dos más (Julio Scherer y Miguel Ángel Granados Chapa) lo han sido por trayectoria.

***

Tiene un trabajo de riesgo. Labora para uno de los semanarios más aguerridos del país. Héctor Félix Miranda, uno de los fundadores, fue asesinado por un sicario, Zeta presume que al servicio de Jorge Hank Rhon, el polémico ex alcalde de Tijuana y dueño de Caliente, una casa de apuestas.

Cossío confiesa que nunca ha sido amenazado. Pero en una frontera tan “caliente”, el sol exuda miedo. Para tomar una de sus gráficas corrió el riesgo de ser arrestado por la Policía Ministerial. Al final no lo fue. La pudo librar.

Aunque su familia le dice que se cuide. Él no renuncia a su labor.

“Ellos saben que lo hago de corazón, terminaría frustrado sino hago lo que me gusta”, cuelga la bocina. Probablemente ya capte otra gráfica en ese momento.  

lunes, 9 de agosto de 2010

El revolucionario con cámaras

Javier Rodríguez Cura
Fotos: Cortesía producción Presunto Culpable 

Layda Negrete, Roberto Hernández y José Antonio Zúñiga
Su arma es una 35 milímetros automática. La enfunda en su cubierta negra mientras la sostiene.

Es un arma de alto poder, mayor que cualquier averiguación previa.

Es una cámara profesional de filmación, equipada con su micrófono de sonido ambiente.

En Presunto culpable, su documental, se observa que viste de traje mientras entra al reclusorio oriente. El equipo de filmación cuelga de su hombro.

“En este país no puedes esperar pasivamente que las autoridades nos resuelvan los problemas”, menciona.

Con ella filma los juicios, deja constancia de los males que aqueja al sistema judicial mexicano.

Roberto Hernández Ruiz es abogado de formación y cineasta por convicción. Ambas labores las fusiona.

Regio natural, pero capitalino por adopción. Ahora radicado en California por formación. Es aspirante al doctorado en Políticas Públicas en la Universidad de Berkeley en California.

Su trabajo ha despertado interés no sólo en México sino también en otras latitudes. Al teclear en Google “Roberto Hernández Ruiz Presunto Culpable” aparecen 1 millón 540 mil resultados. Su éxito lo ha convertido en un preso de éste.

“El sistema judicial es un peligro para todos”, dice a través del auricular desde California.

Los últimos años, sin proponérselo, ha evidenciado lo quebrantado del sistema. Por eso sus palabras no son huecas.

En ocasiones una cámara es una mejor arma que una averiguación previa.

Él lo sabe. Por eso pugna por ello.

Ha filmado “Presunto culpable”, trabajo cinematográfico ganador del premio a mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Morelia.

En éste, Roberto desde el caso particular de José Antonio Zúñiga, joven del Distrito federal detenido injustamente por presuntamente asesinar a un joven, retrata al sistema judicial mexicano.

“Un sistema de quebranto total”, dice, “que no hace ninguna de las cosas que se supone debe hacer”.

Presunto culpable: retrato a cuerpo completo

En Presunto Culpable, Roberto entra, mira en la cara las cicatrices de las audiencias, de los juicios, del sistema carcelario, de la burocracia penal en México.

Se enfoca en el caso de José Antonio Zúñiga Rodríguez, Toño.

José Antonio es un vendedor de discos. Uno de su hobbies es bailar breakdance. La música y el baile son su pasión.

La tarde del 11 de diciembre del 2005, Toño era detenido por tres policías judiciales en la delegación Iztapalapa.

Toño caminaba rumbo a su casa tras haber vendido durante todo el día discos en un mercado. De pronto una patrulla se emparejó a él y le dijo que él era el asesino.

Esa tarde, Juan Carlos Reyes Pachecano había sido asesinado durante una pelea entre pandillas. A pocas cuadras de donde fue detenido Zúñiga Rodríguez. A la hora del asesinato, Toño vendía discos. No era él el asesino.

Comenzó todo un suplicio para Toño. Había sido detenido en base a un retrato hablado. Un primo del joven muerto lo señaló como el responsable.

El juez vigésimo sexto penal en el Distrito Federal, Héctor Palomares Medina, lo declaró culpable del homicidio.

En esos días, Roberto Hernández había presentado su cortometraje “El Túnel”. En éste se narra la historia de Marco Antonio Arias Cuevas, detenido injustamente y liberado tras la presentación de este trabajo fílmico.

La familia de José Antonio buscó a los creadores del documental para que los ayudaran.

Roberto junto con su esposa Layda Negrete decidieron participar y apoyar a Toño y a su familia.

Encontraron un juicio lleno de irregularidades. La principal: el abogado defensor de oficio de Zúñiga Rodríguez tenía una cédula profesional falsa.

Con ello lograron que se obligara el juez a repetir el juicio. Buscaron a Rafael Heredia, abogado penalista que se hizo cargo del caso.

A partir de aquí de nuevo utilizaron su arma: las cámaras.

Paso a paso grabaron lo que sucedía en los juzgados, así como en la celda donde se encontraba preso Toño.

Al repetir el proceso, el equipo de abogados de Toño pidió citar a los testigos y carearlos con José Antonio.

Se citó a quien acusó a Toño, a los policías que lo detuvieron, a testigos que lo vieron durante todo el día vendiendo discos en su puesto.

Tras ello, lograron encontrar serias inconsistencias en sus declaraciones.

A pesar de ello, el juez repitió su decisión: culpable.

Durante este lapso de detención Toño se casó con Eva Gutiérrez en la cárcel. Asimismo, Eva tuvo un hijo suyo. Vivía la gloria y el infierno.

Los abogados de Zúñiga Rodríguez impugnaron la decisión y acudieron ante el juez de apelación para presentarle sus pruebas: 350 horas de grabación.

Con ello, lograron tras 2 años y dos meses liberar a Toño.

Habían retratado al sistema judicial mexicano.

Un peligro para todos, como dice Hernández Ruiz.

Toño salía de la cárcel. Y volvía a bailar breakdance.

Un sistema judicial quebrantado

El sistema de impartición de justicia está quebrantado, según Roberto Hernández Ruiz, abogado y director del documental Presunto Culpable.

-Descríbeme el sistema judicial mexicano, le pido

“No atiende bien a las víctimas ni a las personas que les pudiera dar información sobre un hecho delictivo, no recolecta bien evidencias, no trata bien ni a los acusados, tampoco, entonces por ninguno de los dos lados está funcionando bien el sistema penal”, crítica.

Él encuentra varias fallas en este sistema y las enumera.

Una de ellas. Las corporaciones de policía.

-¿Cómo definir a los policías?

“Son policías que están mal pagados, no tienen ninguna seguridad laboral, no hay ninguna supervisión efectiva sobre lo que hacen, lo que se está generando es un foco rojo, que en lugar de mitigar el riesgo de la delincuencia”, crítica.

Sus lentes de alta graduación, enfocan, miran de cerca a la policía. A quienes trabajan en ella.

“Ser policía es el peor trabajo que uno puede tener”, comenta con un dejo de tristeza que se hace patente en su tono de hablar.

No es en balde lo que comenta Roberto. Según una encuesta de Consulta Mitofsky la policía es el cuarto ente público con menor confianza entre la ciudadanía. La punta la tienen los partidos políticos, los diputados y los sindicatos.

Roberto, habla fluidamente, no cesa, le pregunto y contesta de inmediato. Profundiza en sus respuestas.

Me veo al interior de la oficina desde donde lo entrevisto. Seis paredes me rodean. Como si fuese un recluso. Un recluso sin ser un presunto culpable.

-¿Qué hacer con los jueces para mejorar el sistema judicial?

“No tenemos jueces, sentencia Roberto secamente como si fuese un impartidor de justicia mexicano.

“Según una encuesta del CIDE, el 7% de los acusados conocen que el juez es quien lleva su proceso. El resto no lo sabe”.

Jueces con un ritmo y apilamiento de trabajo considerables.

Que sostienen sus decisiones en la averiguación previa escrita por un agente del ministerio público.

Héctor Palomares Medina es el retrato enmarcado de esto. Él es el juez vigésimo sexto penal en el Distrito Federal. Encargado del juicio de José Antonio Zúñiga, el caso que se presenta en Presunto culpable.

Palomares es evidenciado de realizar un juicio con fallas desde origen. Primero con un abogado defensor con una cédula profesional falsa. Posteriormente, en la reposición de ese juicio, empecinado con no cambiar su decisión. Hasta que el equipo jurídico de Zúñiga conformado por Rafael Heredia, abogado penalista, Layda Negrete, pareja de Roberto Hernández, y éste mismo.

Tras esto aún sigue en su puesto.  

Hernández Ruiz cuestiona la calidad y rigor de las averiguaciones previas:

“En la averiguación previa el agente puede escribir una novela y con eso juzgar a un acusado”, asevera, mientras se lamenta.

“No hay ningún sistema penal en América Latina tan extremo como lo tenemos en México. En lo general hay una gran dilución de responsabilidades en la investigación de delitos y una gran ausencia de personas que protejan derechos de acusados y víctimas”, se queja Hernández.

Un sistema que de todos sus detenidos el 25% cometió un robo menor a los $ 1 mil, casi el 50% hurtó menos de $ 6 mil.

Un sistema carcelario compuesto por 438 prisiones. Éstas con una población de 222 mil 73 internos hasta marzo de este año, según cifras de la Secretaría de Seguridad Pública federal.

Un lugar al que el arma de Roberto ha entrado. Lo ha visto frente a frente.

-Defíneme el sistema carcelario de México, le pido

“El sistema carcelario, parece de risa, pero no tenemos cárceles, así como no tenemos jueces. En términos numéricos.

“Una cárcel es un lugar donde tú incapacitas a una persona, sin decir que son delincuentes, porque los que están ahí no sabemos si son delincuentes todos.   

“La cárcel es un servicio público, pero en México son negocios privados.

“Cadenas de corrupción donde se extorsiona a los familiares de las personas que están detenidas para que se le pague una mordida a los custodios que cuidan a los internos, se les cobra por meter comida, en lugar que el gobierno les proporcione un servicio de alimentación, un servicio médico, un trato para que lo vayan preparando para que se reintegre socialmente, lo que hacemos es que se extorsiona a las familias, se les maltrata, se les maltrata a los internos, tenemos un sistema carcelario que ponen los propios internos al Gobierno.

“Entonces esa no es una cárcel, ese es un campo de concentración con una escalera de abusos para mantener un control social, pero no es una cárcel”.

La etiqueta al igual que Rafael Caro Quintero, detenido por narcotráfico, en una entrevista periodística con Julio Scherer.

Un campo de concentración. Donde el 70%, según cálculos del director de Presunto culpable, no debería estar detenida, ya sea porque no cometió un delito (entre el 20 y el 30%) o porque no es un delito que merezca la retención.

Según estudios de la asociación Renace, el 40% de quienes pisan una cárcel, al salir vuelven a cometer un delito. 

Roberto sostiene:

“La cárcel es más cara y es el peor remedio contra la criminalidad, no readapta y te garantiza que casi la mitad de los que van a parar ahí volverán a cometer un crimen, y es carísimo, además de que son golpeados psicológicamente muy mal y sale con un rencor con la sociedad gigante”.

Lo confirma con ex reclusos, incluso famosos. Raúl Salinas de Gortari le hizo llegar una carta después de la presentación de su anterior documental “El Túnel”. Un pasadizo que sólo conocen quienes lo han vivido con la piel que se escoria en él.

Desde ese entonces no ha tenido contacto con el hermano del expresidente de la República. 

Retrata un sistema colapsado. Con respuestas que no son adoptadas por autoridades.

-¿Aceptarías un puesto público para contribuir a modificar el sistema judicial?

“No creo que desde adentro se pueda modificar, no creo que hay estén los lugares de cambio en México, porque están sometidos a muchas presiones de tiempos, les cuestan mucho pensar a largo plazo, voy a estar en el juego del corto plazo, del bomberazo”.

-¿No lo aceptarías?

-“No”, remata mientras ríe.

Roberto piensa que desde la sociedad civil se puede empujar a modificar la situación actual del sistema penal mexicano.

Por ello busca crear un ejército. Un ejército de abogados con cámaras.

Un grupo que ha creado en Facebook para pugnar por grabar todos los juicios en vías de reducir costos y transparentarlos.

Con un mensaje claro:

“Si tu te quedas esperando que las autoridades nos den más seguridad, más empleo, más educación o más salud, te puedes quedar esperando como ciudadano. Hay que tomar cartas en el asunto, ser más activo y tomar una cámara para filmar una realidad que nos molesta y exhibirla públicamente, porque si no, somos irrelevantes políticamente”, afirma Hernández Ruiz.

Su arma sigue ahí, enfundada.

Esperando la oportunidad de volver a ser utilizada.

viernes, 6 de agosto de 2010

‘Contrataría a un reportero sin arrogancia y con ganas de aprender’: Jon Lee Anderson

Jon Lee Anderson
Darío Dávila/texto invitado

Sentado frente al entonces dictador de Liberia, Charles Taylor (1997), el reportero Jon Lee Anderson le preguntó:
- ¿Señor presidente es cierto que tiene un cubo de sangre humana que a diario se lo renuevan?
¿Que lo toma siempre en las mañanas?
El dictador, apoyado en un cetro de madera roja tallada con supuestos poderes sobre humanos, lo miró moviendo la barbilla hacia abajo y soltó: Querido, la gente dice tantas cosas…pero nunca se lo negó.
Jon Lee Anderson mueve las piernas como un adolescente que quiere salir pronto al receso.
Esta mañana en un hotel en Zacatecas, le han recordado que usa la misma loción con aroma picoso de siempre. Sonríe y arquea las cejas. Parece que éstas fueron diseñadas aerodinámicamente para acentuar su rostro al hablar como reportero. Es bastante alto. Sus piernas son como tractores móviles que mañana lo pueden llevar a África y pasado a una favela brasileña.

- ¿Si un meteorito apuntara en dirección a la tierra para exterminar al periodismo, qué nombre tendría esa roca espacial?
Se llamaría intolerancia.

- ¿Por qué?

Porque tienes el efecto violento, la amenaza directa. Lo que yo llamaría los extremistas de violencia. Sean narcos o policías malos. El fenómeno de la criminalización de las sociedades latinoamericanas es una realidad impactante y fatal de los últimos 30 años. Y está llegando como una hemorragia, franca y abierta.
Eso amenaza directamente la libertad de expresión. Directamente al trabajo de los periodistas mexicanos porque no pueden hacer lo que deben hacer y quedar con vida, punto. Hay que ser muy innovador, creativo y sensato para sobrevivir esta etapa de hielo post-meteoro pero sin dejar de cubrir noticias e informar al público.
El público necesita ser informado. Lo mismo podemos trasladar este escenario al Medio Oriente donde tenemos el fenómeno de los extremistas musulmanes y países occidentales en guerra. Es un fenómeno que va en mutación constante donde el papel del periodista está más en jaque que nunca.

Somos secuestrables y asesinables. Con esto –dice señalando la pequeña cámara de video- nos pueden hacer alguna bonanza (daño) y subirlo a youtube o Al Jazeera. Nosotros nos hemos convertido en parte del conflicto porque reconocen lo que hacemos y eso es muy importante.

Porque somos capaces de informar la verdad en todo el mundo en los conflictos, sean de narco, petróleo o ideologías. Nosotros, los que por alguna tontera u otra tenemos la pretensión de hacer algo con la vida, servir al público, presenciar documentar y comunicar la verdad de nuestro tiempo. Para mí eso es el periodismo. Ese es nuestro deber.

El deber es más grande aún, cuando el país de uno está en conflicto. Y sin embargo no hay peor momento para un periodista. En esos momentos es cuando más los asesinan. Cada uno tiene que medir su disposición a estar presente en esa batalla y en muchos casos uno es mal pagado, mal agradecido y todo lo demás. Es un trabajo de misioneros o de locos.

- ¿La sensatez puede salvarle la vida a un periodista?
Sí puede. Pero uno tiene que ser un poco pragmático. Es decir: guardar cartuchos hoy para tirarlos mañana. Algunos periodistas no van a poder aguantar. Simplemente tendrán que esperar el día de mañana que un diario les publique algo póstumo de esta época. Imagino que para un periodista mexicano esto debe ser nefasto y frustrante. ¿Quién quiere ver a su país en estas circunstancias?
El periodismo ha de cambiar mentes, despertar conciencias, crear fenómenos sociales donde la sociedad cívica reclama un cambio. Pero no lo estamos viendo.


- ¿Qué quiere decir eso?
- Que el periodismo ha caído también un poco en el mismo juego. De testimoniar todo a través de crónica roja, de narco corridos, de historietas sobre hazañas y epopeyas de buenos y malos. O como informantes del palacio o de la guarnición de turno y defunciones. Creo que hay un problema en eso. Hay que buscar cómo elevar el nivel del periodismo.
Yo he conocido periodistas que han estado en la misma situación en otras sociedades. Han optado por dejar el periodismo: Una amiga abrió un orfanatorio en Sierra Leona porque no podía ver a más niños asesinados. Otra trabaja con niños que viven de la basura en Guatemala. Varios han optado por entrar en organismos como la ONU o Save the Children. Algunos periodistas han ido a lo que yo llamaría el lado oscuro.
De pronto se convierten en asesores de seguridad. Van al lado oscuro que es donde está el dinero y otros que van hacia los ONG´S; ahí están los misioneros. También hay los que siguen la docencia. Lo importante es seguir comunicando, seguir informando. Tendiendo redes de verdad, no sólo virtuales. Redes donde se pueda tocar a la otra persona.


- ¿Cómo pueden los periodistas mexicanos contar lo que pasa en este país lleno de amenazas y riesgos para los reporteros?

Me parece que la policía mexicana no ha hecho lo que hizo el Pentágono en Estados Unidos: Enquistar a periodistas con ellos para que vean cómo es el trabajo de ellos, sus peligros. Sería una solución interesante. Es una forma de humanizar la línea del frente de batalla.
Yo veo en los periódicos mexicanos muchos nombres de la batalla política. Pero no veo el drama humano de los políticos. Me parece que falta un buen perfil de Felipe Calderón. Este hombre político del PAN que si no fuera político sería banquero y que de pronto ha decidido tomar esta decisión –sea buena o mala no importa- que ha implicado toda esta cosa gótica que pasa en México. ¿Cómo está viviendo Calderón? ¿Cómo está viviendo su gente? ¿Cómo es el fenómeno de los políticos que han decidido emprender guerra contra un sector en su propio país? Es un drama muy interesante: Yo no he leído es historia.

- ¿Los perfiles pueden explicar la realidad?

Claro. Sería una forma de abrir el abanico de conocimientos. De arrojar luz donde no la hay. Hay que traspasar los propios prejuicios de uno mismo para poder hacerlo bien. Durante años yo veía a Augusto Pinochet como todos los demás: ensangrentado y un viejo dictador. Pero cuando finalmente asumí el papel de perfilarlo, implicó que yo sacara un montón de cosas propias para hacer las preguntas. Intentar ver su vida. Intentar comprender su sicología, sus amigos , su familia. Y creo que sólo así entendíamos lo que él había logrado.

- ¿Se puede perfilar a un capo de la droga?

Sí es muy arriesgado. Pero es según el trato que uno hace y según el capo.


- ¿Qué piensa de los que al escribir sobre un narcotraficante lo hacen con prejuicios?

Quizás sea cierto esto que a veces pienso: Hay periodos en los países donde los propios periodistas no pueden ya cubrir esas historias. Les toca ya a otros venir a hacer lo que ellos no pueden realizar. No quiere decir que un periodista mexicano no sea capaz. En las librerías del México todo lo que vi era crónica roja. Eran la Reina de no sé qué, el cártel de Sinaloa…

- ¿Está en desacuerdo con esto?

No me he puesto en el plan de los criticones que se que hay. Hay una fascinación naturalmente con el mundo delincuencial y es muy barroco en Colombia y México. Y lo fue en Estados Unidos con las películas de gansters. Todas las sociedades tenemos cierto morbo y curiosidad. Entre lo sano y lo morbo. Pero tiene sus aspectos negativos: si quedamos nada más en la crónica roja. Si corremos el riesgo de caricaturizarlo y comercializarlo, sin elevar el nivel

En México algunos periodistas han cruzado hacia ese lado oscuro; son voceros de cárteles ¿Cómo enfrenta el periodismo esto?


En Pakistán hay algunos que son los que tienden siempre a recibir los videos de AlQaeda y mensajes también. Francamente yo hago una distinción entre nosotros y esos colegas.

- ¿Se les puede llamar periodistas?

No sé. Yo los conocí también en El Salvador cuando eran los que recibían los comunicados de los escuadrones de la muerte. Yo los miraba en las conferencias donde teníamos que rozar hombros a veces con un asco. No me consta, ni los conozco a estos (los periodistas mexicanos del lado oscuro) ejercen una función pero son asquerosos, dan asco. No son exactamente periodistas, son ratones de palacio, cortesanos del rey, infidentes, informadores, bufos del rey. No son periodistas. Lamentablemente en sociedades donde no ha habido un periodismo de verdad, con afán de colectividad, el periodismo está nutrido por gente así.

- ¿Sufre al realizar un perfil?
Sufro casi siempre. Comenzar no es difícil. Lo difícil es llevarlo a otro nivel.

-¿Cuál es la entrada que más le ha costado trabajo?
Yo no pienso en perfiles como tal, sino en perfiles dentro de crónicas. Normalmente yo termino de reportear y comienzo a escribir cuando se me prende y la bombilla y ¡ya!, todo sale. Pero a veces no prende.

-¿Cómo domina Jon Lee Anderson a su editor?

Gritando (dice bromeando) No sé si yo llegara a dominar. En el mejor de los casos es una relación como la de Raúl y Fidel, cada uno con su poder y un poco de acomodo. El editor puede decidir más o menos palabras; puede trabajar con el jefe de paginación. A veces está impuesto por el editor en jefe que le dice que el texto tiene que bajar 2 mil palabras y entonces se acabó.

- ¿Le han dicho eso?
Sí claro. Todas las piezas tienen una noción de lo que debería ser y uno empuja. Y entonces en la batalla uno decide qué vale la pena

- ¿Le ha costado trabajo cerrar un texto?

Generalmente no. Casi siempre cuando estoy cerca del límite de entrega. Ya sé cómo debería terminar. Al menos en términos de borrador.
¿Cuántos borradores hace antes del texto final?
En un mundo ideal 3 pero hoy en día 1.

- ¿En un mundo ideal, con acceso continuo al personaje, de cuántas palabras sería un perfil completo?
De 10 a 15 mil palabras. El más largo que hice fue de 13 mil palabras y fue el de Gabriel García Márquez.

-¿Cuáles son los mayores errores al momento de escribir un perfil?

Tratar de ser muy determinista. En juzgar al personaje.

¿Por qué muchos reporteros tienen prejuicios al momento de escribir, cómo elimina esto si frente a si tiene un tirano o un asesino?


Intento encontrar algo de ellos que me interese a mí también. Por ejemplo: encontrar un área donde puedes conversar sobre cosas de mutuo interés. Por ejemplo, cuando entrevisté a Augusto Pinochet, el ex dictador chileno, habló mucho de Mao. Yo no sabía que él era un fan de Mao. Cuando comenzó a hablar de Mao, habló y habló. Me di cuenta que él estaba fascinado por el poder. Si yo le preguntaba muy de frente sobre la política chilena, sobre los Derechos Humanos o la guerra sucia, se asustaba, se limitaba. Pero si le preguntaba sobre su camino romano que había hecho en la carretera austral, ahí se desplegaba rato. Casi siempre hay puntos en común. A veces son muy lisos, muy zorros y no se puede.

En el perfil del dictador Charles Taylor de Liberia narra que él tomaba sangre humana…

Suena muy estrambótico pero quizás no tanto con los narcos del norte. En África occidental estos rituales del poder que tienen que ver sacrificios humanos es bastante real. A mí no me consta que lo hizo. Pero todo mundo decía que sí. Entonces me parece que valía la pena escribirlo. Porque no es que yo voy Washington y todo el mundo está con el rumor de que Barack Obama está tomando sangre humana. Pero cuando voy a Liberia sí. Me parece un reflejo de la relación del ciudadano con el poder.

Hasta el Arzobispo del país lo creía. Después de escucharlo durante 2 semanas estuve en un coche con él y le pregunté sobre la historia de que Charles Taylor a lo mejor tomando sangre humana. ¿Usted cree que sea verdad? Él me miró y me dijo: Sí, creo que sí.

Finalmente voy a Taylor y le digo: ¿Señor presidente es cierto que tienes un cubo de sangre humana cada día que lo renuevan cada día? ¿Que tú lo tomas de mañana?
Y él me dice: Querido: la gente dice tantas cosas, pero no lo negó. ¿Por qué valía la pena hacerle la pregunta Yo quería saber hasta qué punto todo lo que decían de él era verdad. El tipo era nefasto. Yo lo había visto asesinar a una persona. Entonces cómo llegas a probarlo. El tenía un bastón de madera tallada roja. Siempre lo llevaba consigo. Y entonces intentando entrarle por otro lado le digo: ¿Y ese palo señor presidente? Y me dijo: Es de un árbol muy especial.
Jon Lee insistió: ¿Cómo especial?
Lo he llevado conmigo desde la guerra, desde la guerra que el libro para tener el poder. Una guerra con niños asesinos, mujeres embarazadas descuartizadas. Y entonces le digo: ¿Por qué especial?
Porque tiene poderes sobre naturales.
¿Cómo qué poderes?
Todo ser vivo que camina debajo del árbol muere.
Al final de la audiencia con el presidente con qué sensación me quedo. Con la sensación de que este tipo si es malo, malo, malo. Lo sabe y lo utiliza y es totalmente capaz de tomar sangre fresca. Y no lo quiere decir a sus ciudadanos que no lo hace.
¿Qué le preguntaría Jon Lee a Joaquín “El Chapo” Guzmán”?
Si fuera una entrevista donde yo pudiera preguntarle todo lo que quisiera sin represalias y estaba en el posibilidad de escribir lo que quisiera le haría muchas preguntas sobre su moral y su relación con la violencia en el país. Sobre lo que él piensa de la sociedad. Quisiera preguntarle en mucho detalle cómo es su vida, sin entrar en términos de seguridad. Quisiera conocerlo de verdad.

¿A qué tipo de reportero contraría?
- Alguien audaz, dispuesto a escuchar. Sin arrogancia con ganas de aprender. Con ganas de ver todo desde diferentes ópticas. Alguien que al final esté en firme en sus decisiones. Dispuesto a dejar de prescindir de comodidades. Para mí son las cosas básicas.

¿A qué reportero no le daría trabajo?
A aquel no pueda prescindir de su estatus social o bagaje cultural. Yo a veces he hablado con jóvenes periodistas en España y les pido: díganme una historia interesante de España. A mí me parece una gran historia cómo África ha descubierto España y cada temporada buscan venir a España en pateras. ¿Cuántos de ustedes se les ha ocurrido montar en una patera con los africanos que vienen en su país? Nadie ha nunca ha levantado la mano. Claro, es peligroso. Pero también es un reflejo del estatus social de los que son periodistas. Yo he sido labriego en la calle, he sido guardia en cárcel, he sido lavaplatos, he sido cortador de tabaco. Yo no ando con esas pretensiones. Conozco muy pocos chicos de clase media alta, universitarios que se les ocurriría en la vida, bajar al estatus que ellos consideran de la clase servil. Y ese es el mayor problema de América Latina. El mayor problema con su periodismo también porque nunca reflejan la verdad de los demás. Son incapaces de estar dentro del pellejo de los demás. A esos no los contrataría.
¿Ha trabajado en algún proyecto donde no hayas sido feliz?

- Sí
¿Y por qué siguió trabajando ahí?
- Fue poco tiempo hasta que encontré la forma de escapar que fue para la revista Time. Por un lado me sentía muy realizado porque un medio muy importante me había contratado para cubrir una guerra. Era importante porque era mi primer trabajo como periodista. Pero después me di cuenta que era infeliz. Y era porque ellos imponían lo que ellos consideraban que era noticia. No lo que yo veía. Es más: al avanzar los meses me di cuenta que yo reporteaba las incomodaba. A mí no me gustaba ese tipo de periodismo. Utilicé la experiencia para nutrirme de experiencias y mejorar mi propio periodismo.
¿A qué tipo de director de periódico contrataría?

-Un director entregado que refleje y esté dispuesto a trabajar a la par de sus reporteros. Dispuesto a ser innovador. Pensar creativamente. Utilizar todas las posibilidades para mejorar el medio y con un lema propio de servir al público informando. No contraría a alguien que lo hace por razones por de estatus o razones económicas. O porque simplemente le tocaba. Me gustaría un director que todavía estaría dispuesto a ser reportero.

miércoles, 4 de agosto de 2010

"Jorge está con Dios"

Javier Rodríguez Cura
Fotos: Marcela Guajardo

“Dios me preparó para estar con él, ¿tú ya estás mami?” Jorge Mercado le había advertido a su mamá meses antes de su muerte. Jorge le hablaba a su madre de la palabra de Dios. Parecía que presentía su muerte.
Rosa Elvia, su mamá, lo declara a VANGUARDIA. Sentada, vestida de negro de pies a cabeza, aún presa del dolor que contiene, charla, recuerda, no llora. De vez en cuando una lágrima se asoma, pero se esconde de nueva cuenta. Jorge había cambiado desde hacía tiempo. “Desde seis meses antes Jorge cambió en lo espiritual, no en su persona. Se apegó más a Dios”, afirma su mamá.
“Se lo entregué a Dios”, así como una ofrenda. Jorge pensaba que había que entregarse a Dios para ganarse el cielo. No se sabe si tan rápido. Apenas a sus 23 años.

La vida de Mercado Alonso giraba sobre dos ejes. Escuela e Iglesia. Era estudiante del Tec de Monterrey donde cursaba la maestría en Ingeniería Mecatrónica en la Escuela de Ingenieros en el campus Monterrey. Por las tardes era asesor de alumnos a nivel profesional

Era “el muchacho de los folletos”. El que al llegar al campus del ITESM entregaba material de la Iglesia Cristiana que profesaba. Ya los mismos vigilantes le decían: “Ahí viene el muchacho de los folletos”.

Vuelco total

La vida del matrimonio Medina Mercado cambió ese 19 de marzo, tras el tiroteo de esa noche entre sicarios y elementos del Ejército. Jorge desapareció junto a Javier Verdugo Arredondo, su mejor amigo. Las autoridades decían que habían muerto dos sicarios. A los alumnos se los había tragado la tierra. Doña Rosy le marcó la mañana del viernes, como de costumbre. No le contestaba el celular. Buzón, buzón, buzón.

La última vez que habló con él, recuerda doña Rosy, fue el jueves por la tarde. Jorge había acompañado a Javier —también acaecido en el enfrentamiento entre militares y delincuentes— al Hospital San José.

Jorge se había quejado en broma que por culpa de Javier tendría que trabajar toda la noche en un proyecto que llevaba a cabo. “Se le ocurre enfermarse a Javier cuando tenemos tanto trabajo”. Probablemente esa noche no hubieran estado en la escuela sino hubieran ido a consulta.

La familia no supo más. Fueron a buscarlo y en el Tec no supieron nada. En las corporaciones policiacas tampoco. En el Campo Militar de la Séptima Zona un elemento castrense los recibió mal encarado. Le explicaron a qué iban, les dijo que si creían que ellos se los habían llevado le dieran pruebas, el número de la camioneta castrense por lo menos.

Un agente del Grupo Antisecuestros de la Procuraduría de Nuevo León los ayudó, fue al Semefo que está en el Hospital Universitario, pero les dijo que no estaba Jorge.

Regresaron a Saltillo y hasta el sábado en la tarde supieron. Llegaron al Semefo como algo de rutina, pues ya les habían dicho los directivos del Tec. El papá de Jorge entró junto a un tío de Javier.

Los empleados del lugar no los dejaron entrar hasta donde están los cuerpos, sólo se los mostrarían a través de una foto… eran ellos. Un cuerpo amoratado, raspado, los empleados de la dependencia dijeron que eran producto de los procedimientos internos.

Ellos no les creyeron.
Difunden video

El sábado 1 de mayo la PGR citó a una conferencia, pero alrededor de las 18:00 horas, hora y media antes de la cita de la Procuraduría con los medios, Rosa Elvia Mercado recibió una llamada a su casa. Eran de la Secretaría de Gobernación; Fernando Gómez Mont quería hablar con ella.
“Me dijo que ya iban a presentar públicamente el video, ya sabían de acuerdo a averiguaciones quién lo mató, que eran los delincuentes”, recuerda.
Ella le pidió no transmitir en el video los cuerpos de los estudiantes. No lo hicieron en la atropellada conferencia, pues el sistema falló.

No creyeron en lo que dijeron las autoridades, ven muchas inconsistencias. “Al inicio dijeron que habían muerto afuera, ahora dijeron que adentro del Tec. Al inicio dijeron las autoridades de NL que eran sicarios, luego se desdijeron.

Hasta la fecha no han aparecido las identificaciones de los estudiantes.

‘Está con Dios'
“Mami, hay que orar por Felipe Calderón, porque imagínate qué pasará si gana López Obrador”, le decía Jorge a su mamá en julio del 2006, durante el conflicto postelectoral. Votó por el hoy Presidente, y no era todo, cada noche rezaba por él.

El 23 de marzo en un homenaje póstumo a los estudiantes, la primera dama Margarita Zavala habló con los familiares.

Antes, por la mañana, había telefoneado a doña Rosa Elvia para darle el pésame.

“Nos dijo que le iba a hablar al Presidente de ellos, que se estaba dando cuenta de la importancia de los muchachos, lo queridos que eran”, recuerda doña Rosy. A los pocos días una carta llegó de la Presidencia.

Carta del Presidente a los Medina Mercado
La pareja muestra una dureza en público, pero confiesa que lloran en la intimidad.

Aún tienen la imagen viva de Jorge, inclusive es fecha que no entran a la habitación que tenía en su casa en Saltillo.
Mientras abraza un oso de peluche, doña Rosy dice: “Jorge está con Dios; algún día me dijo que aprendió de mí que siempre hay que estar firme”.

Y ahí están ambos firmes. Jorge está con Dios.