martes, 16 de diciembre de 2014

La derrota como épica

Javier Rodríguez C.

Tú no me cautivaste por tus vitrinas repletas de copas, ni por titulares victoriosos sobre ti en los diarios.

Mi primera vez fue una tarde en que nuestra gloria era no perder.

Recuerdo que, hace ya casi 20 años, emocionado le relataba a mamá que Israel García flotó la bola como un borrador de la derrota.

¿Por qué algunos meses después, aquel maldito mediodía de marzo del 96, no fui a verte? Preferí ir a mi primera comunión y rezar para no irnos al infierno. Esa tarde supe que nuestro código postal es uno: perder.

No recuerdo tarde de sábado en mi infancia sin papá sentado a mi lado en tus tribunas. Él me enseñó que en la derrota no se le debe a insultar a nadie. Nunca me dijo qué se hace en la victoria, porque jamás anclamos en esas bahías.

Ni el frío del invierno del 96, ni la sofocante tarde del soleado 97, menos la nebulosa noche del 2011, me paré a verte con un traje que no es el de nosotros: el de ganador.

Es imposible entenderte sin haber llorado en tus gradas. Como en el 96, en 2001, las dos veces de 2003, en 2005, y en la primavera de 2011.

Aquella tarde de 2009 que otro nos tuvo que salvar de irnos de nuevo al infierno. Tan perdedores somos que nuestra “victoria” se derivó del triunfo de otros.

Antier, volviste a ilusionarnos. A subirnos al cielo y caernos al suelo. Volví a llorar con un silbido final. Voltee a mis lados y vi lágrimas descender de muchos rostros.

Aunque ya no eres ese frío autista; te vi pelear como nunca, ilusionarnos como jamás antes… y perder como lo acostumbramos.

Creo que, en buena medida, la responsabilidad de no ganar en esta chance es por agentes externos.
Aunque viéndolo bien, las externalidades no nos quitaron nada, sólo nos dieron nuestro histórico lugar.

Sí, históricamente este eres tú, el que le gusta y nos contagias de la afición por la bella arte de la derrota.

Dice el himno del Atlético de Madrid, otro épico perdedor que:
Qué manera de aguantar,
qué manera de crecer,
qué manera de sentir,
qué manera de soñar,
qué manera de aprender,
qué manera de sufrir,
qué manera de palmar,
qué manera de vencer,
qué manera de vivir,
qué manera de subir y bajar de las nubes


Escuchaba al gran Pancho Varona decir que a los Atletis les daba miedo la victoria, porque acostumbrarse a ella sería perder su esencia.

Ese ADN que es también el nuestro, el de los nacidos para perder.

Tener esa esencia propia:

La derrota como épica.


martes, 13 de mayo de 2014

El día que hice enojar a Zambrano


Por Javier Rodríguez C.
En Obras me recibieron con dos encargos: entrevistar a todos los candidatos presidenciales (aún no sabíamos que serían cuatro) y hacer un perfil sobre Cemex. Entender a Cemex, era hablar de y con Lorenzo Zambrano, quien desde hacía un par de años no daba entrevistas.
Durante dos meses le envié solicitudes, tuits, llamadas al corporativo, mensajes con terceros. Nada. 
Mientras, Peña Nieto me dio una amplia entrevista. Con Andrés Manuel hablé unos minutos en privado, luego de taclear a su equipo de prensa y al CEO de la empresa donde yo trabajaba. Con Quadri acabé hablando de alcohol y restaurantes de la del Valle. Sólo Josefina me canceló de último momento.
Pero Zambrano, nada.
Una tarde de junio redacté una carta en papel membretado y se la envié a las oficinas de Cemex en Monterrey. Le escribí a su mail con la carta adjunta, lo arrobé desde mi cuenta de Twitter y le pedimos –mi entonces jefe y yo- a una directiva que le mandara un MD a @LHZambrano.
En menos de dos minutos, teníamos a uno de sus más cercanos colaboradores al teléfono: pues, ¿qué se les ofrece?  
Le dijimos a grandes rasgos: queremos matar virtualmente a Cemex para entender su magnitud e importancia. ¿Cómo sería un México sin Cemex?


Zambrano no quiso participar. Lo convencimos que escribiera un artículo, lo tituló Los simbolismos del progreso. Pero tenía dudas de nuestro texto.
Días después me llamó mi jefe. Cemex había hablado preguntando por nuestro asesinato virtual, el México sin Cemex. Horas antes, yo había platicado con Rafael Rangel Sostmann (consejero de Cemex), a quien le dije que los inversionistas del Mary Nour participarían en el texto.
Sabía que si algo enojaba a Lorenzo Zambrano era hablar sobre las acusaciones de su falta de apertura a la competencia. Conocer que citaríamos el caso del Mary Nour les irritó.
Nuestra respuesta fue: participan como una fuente más. Y así va el texto.
Mientras Ricardo Alessio me decía que Cemex era de las empresas más competitivas pero que a la vez evitaba la competencia, un analista de marcas me decía que México sin Cemex era como una silla con tres patas.
En ese texto recreé en tercera persona un par de mensajes que intercambié con don Lorenzo la noche del campeonato de Tigres:
“@LHZambrano felicidades a usted inge también, gracias por rescatar a este equipo”.
No recuerdo por qué esa mágica noche le escribí a él, antes que hablarle al Inge, a Mancilla o a Damián.
En mi iPad leí: “@LHZambrano: @RodriguezCura... Saludos Javier !”
Le enviamos a su oficina tres ejemplares de esa revista que se agotó, de la que ni siquiera yo tengo.
Y jamás volvimos a hablar, ni siquiera a tuitear. Hasta ayer lo arrobé. Y recordé aquella entrevista en El País: Si perdemos Monterrey, lo demás está perdido.
Y nuestro Monterrey allí está, nunca se perdió.
Aunque, sabe don Lorenzo: me debe una entrevista. En la que, pese a que lo admiro, le prometo que lo volveré a hacer enojar con mis preguntas.  
Le mando un tuit de rato. Al de siempre: @LHZambrano. 

miércoles, 18 de julio de 2012

Llorar por 11 hombres



Por Javier Rodríguez C.
Él será advertido por un estricto y claridoso doctor: “Si no te atiendes como te digo, te va a cargar la chingada”. Será mediodía de sábado y recibirá la noticia: tiene una enfermedad, que aunque nunca lo matará, la traerá de por vida.
Nada de alcohol e irritantes durante el tratamiento de 15 días, le dirá el doctor casi regañándolo.
Tendrá que hacerle caso, aunque en los últimos tres sábados haya encontrado una cábala: el mismo trago, la misma mesa, el mismo bar. Tendrá que cambiarla… pero no del todo.
El Sapo lo saludará como siempre. El mesero lo mirará extrañado cuando le pida una coca y el corte de cada fin de semana. Cantarán Silvio, Fito, Ismael, Pablo y Joaquín… ahhh… sin olvidar a Joan Manuel.
Tras un par de horas, saldrá entre la penumbra en aquella ciudad sobre el bordo del Golfo.
A la mañana siguiente, un amigo lo mensajeará: “Parece que la traes contigo”, observará en la Blackberry mientras irá caminando rumbo al restaurante de carnitas en donde los últimos cuatro domingos ha comido.
Apagará el celular por un rato. No querrá saber nada, más que comer a gusto. Llevará la misma playera azul que desde que la compró, no ha perdido una.
Le hará la parada a un taxi, mientras la lluvia y el frío arrecien, igual que en su tierra a 850 kilómetros.
Revisará el reporte dominical y saldrá de su cubículo en medio de la ligera brisa hacia la tienda. Irá por una coca y los cacahuates japoneses. Los mismos de los últimos tres domingos que anestesian sus nervios.
De vuelta, entrará al cubículo y se sentará. Pero la adrenalina lo pondrá de pie. Un compañero lo mirará, mientras enrede sus dedos por las pulsaciones que nunca antes había vivido.
El sentido de pertenencia que va 18 años atrás lo enfriará. Caminará en su cubículo y dará órdenes a lo lejos.
Se sentará y mentará madres. Se emocionará y cerrará los ojos, mientras su compañero de jale tuiteé: “ya se hacía festejando en el centro”.
Irán 55 minutos y un hombre a rape, tirará al centro. Aquel andino cabeceará. Mientras que él respirará, levantará los brazos al aire y volverá a taparse la cara con sus manos. Un halo cristalino con un fondo rojo remarcará su vista.
El más bajito de todos correrá como si trajera helio en las piernas. Pero no…, traerá en su pierna derecha una fuerza que romperá la inercia.
Las manos del rival se quebrarán. Y él también quebrará en llanto.
Él se parará. Levantará los brazos hasta tocar la gloria y los bajará para humedecerla con su cara. Allí irá cayendo hasta hincarse. Sin ruido exterior alguno, sólo en sus adentros.
No podrá hablar. Su teléfono y su Ipad repiquetearán, y él verá en la pantalla: “Di algo”. Él sólo responderá: “No puedo decir nada, ya estoy llorando”.
En una casa en lo alto de la del Valle. Aquel hombre de cabello y bigote cano, verá en su Blackberry un mensaje: “Don Lorenzo, gracias por rescatar este equipo, qué Dios lo bendiga!!!(sic)”. El hombre mayor sólo le responderá con un: Gracias.
Cerca del Golfo hará frío, pero él sentirá lo cálido de la victoria. Estará de pie los últimos 25 minutos. Caminará de un lado a otro en el cubículo de 4x4.
Enviará un mensaje a la nada diciendo: “Chompi, hermano, como te lo prometimos hace ocho años el día de tu partida, como lo soñamos cada sábado en aquella butaca, es tuya también”. Su hermano lo verá desde el cielo, donde también llorará.
Escuchará un silbido y le pegará al escritorio. La garganta se le cerrará aún más que lo que ya la trae con la enfermedad. Tomará su Ipad y marcará por Skype. Su papá le contestará y lo verá en la pantalla con un brazo y el corazón levantados. No dirá nada.
Él peleando contra el sentimiento alcanzará a decir: “Papá, gracias por hacerme de…”. Y callará, porque el llanto lo vencerá.
Aunque él conoce aquel adagio de su tierra: que un hombre no debe llorar por una mujer.
Él tendrá algo claro:
Se puede llorar por 11 hombres.

domingo, 16 de octubre de 2011

¡Adiós, maestro!

Javier Rodríguez Cura

MONTERREY, NL.- “Sin obstáculos; puede llegar”, se escucha de un integrante de la avanzada del Gobernador, mientras la lluvia arrecia afuera del Marco.

Poco antes de las 7:30 de la tarde, el salón está casi al tope. Gente ataviada elegantemente, veo a Paula Luganes, un vestido elegantísimo, o a María Arce, igualmente.

Maderito y su sonrisa, nunca la pierde; Mausán y su cámara, tampoco.

Roberto camina, saluda a Iñaki. Gregorio como si fuera a salir a cuadro a las seis de la mañana. Los camarógrafos de traje, no de mezclilla. Hoy se bañaron.

Allá está el “hijo de María Julia”. Sanjuana Martínez casi al entrar con sus bucles que parecen muestra de su valentía.

Él entra, a paso calmado, camina como escribe, con una elegancia y una tranquilidad que jamás te permitiría imaginar la ferocidad de su pluma. La barba blanca, poco más de 1.60 metros, tomado de la mano de su esposa. Es Miguel Ángel. Es Granados Chapa.

El evento comienza, ya entró el Gobernador, evidentemente con la avanzada que lo cuida con el recelo de niñera.

Gregorio habla, le pone atención a lo que le dicen al chícharo. No está el Gabo, una gripa, que no la AHLNL de Elba Esther, le impidió venir.

Tampoco está Lorenzo Hormisdas Zambrano –aunque le moleste su segundo nombre, es el suyo, ¡qué le vamos a hacer!-, éste si no nos avisó.

Los reporteros candidatos al premio de pie, se muerden las uñas, la tensión es palmaria.

Gregorio habla, Nati cabecea. El primero de la noche.

La novoperiodista está a tres mesas. Quesque ya es maestra.
¡Tac, tac, tac!, suena en el piso. Los tacones retumban el pasillo. Es la entrañable María Elena.

Voltea, me ve. “Mi vida, ¿qué andas haciendo aquí?”, me dice con su tono inconfundible.

Pasa la primera pareja mexicana candidata al premio. Paula y María, las argentinas, lo ganan.

“Ya viste a la española”, se platican dos caballeros en la fila seis del lado derecho. Martha, de 26 años, sí, llama la atención. Ganó por su trabajo a pesar de la fallida petición cosmogónica para que ganaran las de la UdeG. Creo que los deseos concupiscentes del jurado le jugaron a favor.

Ganan los colombianos ahora en TV. María Elena le mueve a su grabadora, no funciona.

Gregorio pide un aplauso para los de Uno noticias. Nati cabecea por segunda ocasión.

Ignacio, Daniel y Juan Luis hablan y agradecen el premio. “¡Por nuestros 167 compañeros muertos!”, grita Ignacio Gómez.

La grabadora de María Elena sigue sin funcionar.

Llega el momento de la noche, se espera el premio para el maestro. Antes un break con música de chelo.

Nati cierra los ojos, no se mueve, la cámara no lo enfoca. Cabecea, los aplausos lo despiertan.

Alma Guillermoprieto pasa al frente, presenta al “periodista necesario”, como le dijera Carlos Monsiváis.

María Elena trata de grabar, ¡pinche grabadora!

Granados Chapa pasa, habla, agradece. La gente no deja de aplaudir.

Baja del templete, camina tranquilo, pausado. Toma asiento.

El Góber se va. El sueño parece que le ha jugado de fea manera esta noche.

La grabadora de María Elena, jamás funcionó.

Me acerco. ¡Felicidades maestro!, le digo.

Un “Gracias”, seco, me es devuelto.

Acercamos los micrófonos. Don Miguel Ángel habla, habla y habla. De la libertad de expresión, de Excélsior, del recorte a las Universidades…

-¡Así, habla todos los días!, me dice doña Shulamit, la esposa de Granados Chapa

Don Miguel Ángel nos pide tomar asiento. Saca un cojín en forma de dona.

Se acerca un mesero. ¿Vino tinto o cerveza, joven?

-Le agradezco joven, le dice Granados Chapa

-Déme una cerveza, le digo yo

Me despido de don Miguel

Se acerca el mesero de nueva cuenta: ¿Otra copa de cerveza?

¡Una copa (de cerveza) por Granados Chapa!



*Texto publicado en 2009, tras que Granados fuera premiado por la FNPI.



lunes, 21 de marzo de 2011

A un año: 'mi hijo está vivo'

A los Medina Mercado, por su entereza y confianza

Javier Rodríguez Cura

En la casa de Jorge aún se siente su presencia.
La silla donde se sentaba a estudiar está movida, como si alguien se hubiese sentado allí. En la mesa, la Biblia, el libro preferido de la familia.

Es la mañana del 18 de marzo del 2011, hace un año, doña Rosy habló por última vez por teléfono con Jorge. Esa vez el joven se quejó en broma que tendría que trabajar hasta tarde por culpa de Javier, su mejor amigo.

Javier se enfermó y lo tuvo que acompañar al Hospital San José. Desde ese entonces, Jorge vive en la mente de su familia. Esa noche regresó a su casa.

La repisa a un lado de la tele tiene fotos de él. Con su toga y birrete, o con su uniforme de deportista, en otras abrazado con su familia.

Sobre el sillón está un oso de peluche. Uno de los últimos regalos de Jorge a su mamá.

Un muñeco especial para la familia. Es de color café, tiene un moño rojo, pero ese oso ha vivido con la familia un año pesado. Varias entrevistas que han dado las ha presenciado. Una de las últimas veces que platiqué con ellos, el oso estaba presente, en medio de los brazos de doña Rosy.

Ella lo dice: es especial.
Mientras, en la cocina huele a fritada. Una hermana de doña Rosy les había invitado un taquito. Tortillas de maíz y refresco para esta mañana antes de ir para el Tec.

Los padres de Jorge desayunan, en la sala está María de Jesús Alonso, doña Lula, como le dicen de cariño, la abuela materna del joven estudiante del Tec.

Al subir a su auto, el celular de la mamá de Jorge suena. Es un mensaje de Betsy, una amiga de la familia, de esos que los han acompañado por el trajín de estos 365 días:

“Sé que hoy es un día importante para ti, que Dios te use para demostrar a los demás la paz que sólo Dios suficiente da, que sea un testimonio vivido de cómo ese gozo y ese brazo consolador que de él venga llegue hoy. De hecho, precioso, que amó a Jorge lo quiso con él”.

Tomamos la autopista a Monterrey, esta mañana que el sol invade el lado derecho del coche.

Comienzan a contar de Jorge, mientras don Joel elude los trabajos de reparación de la autopista de cuota.

Doña Lula lee en el camino, lee algunos salmos para hacer más corto el camino al Tec, al homenaje para Jorge y Javier.

Los padres del joven hablan sobre el soldado detenido, ellos saben que nada se los devolverá.

“No nos da gusto, pero si cometió un delito que lo castiguen conforme a derecho”, dice doña Rosy, aunque acota, “lo que hizo no estuvo bien, pero lo invitaría que se acerque a Cristo para que encuentre el perdón”.

Cruzamos del lado de Nuevo León, la imagen de Jorge está con ellos, recordar cómo fue les dibuja una sonrisa en medio del luto del primer año de su partida.

“Yo siempre le hablaba que había que dejar todo en manos de Dios, y él está con él; no hemos entendido porqué, pero lo aceptamos, nos queda claro que somos servidores de Cristo”, dice doña Rosy que ha dejado los bucles del dolor, por el lacio de aceptar lo que pasó hace un año.

El viernes ha rebasado el mediodía, pero ni la pesadumbre ha vencido las creencias de la familia Medina Mercado, no, las ha consolidado más.

“Hemos orado por esas personas (los militares que participaron en el enfrentamiento), oramos por ellos para que Dios les dé convicción de pecados”, afirma la maestra retirada.

La familia Mercado exige que además del juicio, se limpie los nombres de los dos alumnos.

“Lo que hagan no nos van a regresar a Jorge”, dijo Rosa Elvia Mercado, “no nos da gusto, pero si cometió un delito que lo castiguen conforme a derecho”.

Asimismo, le mandó un mensaje al militar detenido.

“Lo invito a que se arrepienta de lo que hizo y se acerque a Dios, porque Dios es muy claro en su palabra: ‘La paga del pecado es la muerte’, y él (el militar) está muerto, pero mi hijo está vivo”.

Y es que cruzamos frente a las instalaciones de la UDEM ya sobre Morones Prieto, en Nuevo León, y don Joel dice “no hay niveles de pecado, son pecados y punto”.

-¿Qué se imaginan que esté haciendo Jorge, ahorita?

-Este, de seguro, de preguntón, porque siempre quería saber todo.

Estamos a punto de llegar al Tec, desde hace casi un año, no se paran allí. La última vez fue cuando colocaron una placa para Jorge y Javier.

Recuerdan que esa vez estuvo Margarita Zavala de Calderón, la primera dama, por ella, el Tec se colmó de militares.

Damos vuelta sobre Luis Elizondo y Garza Sada. Ese punto maldito.

Antes de que me baje del auto, deslizo:

-¿Confían en los militares?

-Este…, pues ya no tanto.

domingo, 20 de febrero de 2011

'Si perdemos Monterrey, ya lo demás está perdido'

Pablo Ordaz/ El País (Texto invitado)

A los regios que aún confian en sí

El ingeniero Zambrano ha salido al rescate de Monterrey. Líder de la universidad privada más prestigiosa de México -el TEC- y de Cemex, una de las mayores compañías cementeras del mundo, Lorenzo H. Zambrano Treviño, de 66 años, ha puesto entre sus principales objetivos salvar a su ciudad, la capital del Estado de Nuevo León, de las garras de los criminales. Al principio con sorpresa e incredulidad y ahora con auténtico pánico, los regiomontanos observan cómo el prestigio de su ciudad -la joya empresarial de México- sucumbe bajo la violencia. El ingeniero Zambrano ha puesto a algunos de los más brillantes profesionales a analizar el problema, a buscar soluciones y a vertebrar organizaciones civiles que exijan de los políticos honestidad, transparencia y, sobre todo, resultados. El rescate de Monterrey no se antoja fácil, pero sí imprescindible para el futuro de México.

Pregunta. ¿Por qué decidió implicarse en el rescate de Monterrey?

Respuesta. Por el cariño y el apego que le tengo a Monterrey; yo soy de aquí y es aquí donde he realizado mis sueños. La violencia empezó a desatarse en 2008, pero al principio vivimos una etapa de negación. Pensamos que sería pasajera, que se trataba de acomodos menores entre mafias. Ya habíamos escuchado que había narcotraficantes viviendo aquí, pero en su momento no exigimos que esa gente se fuera de la ciudad. Si le soy muy sincero, en Monterrey nos volvimos un poco arrogantes. Descuidamos cosas muy importantes: una policía capaz, órganos ciudadanos que fiscalizaran la acción política, que exigieran a nuestros gobernantes transparencia y eficacia.

P. ¿Cuál es la primera medida?

R. Tenemos que rehacer la policía completamente. Hay que asumir que lo que hay no sirve. Tenemos soluciones para corto plazo que implican apoyarnos en Instituciones Mexicanas como el Ejercito y la Marina, que han demostrado su compromiso y eficacia -están llegando refuerzos de la Federación y unos 300 efectivos del Ejército van a funcionar como policías estatales-, pero el reto más difícil es a medio y largo plazo. Tenemos que crear una academia para formar policías que estén orgullosos de su profesión, que la sociedad civil los vea como protectores y no como asaltantes. Lo siguiente es involucrar a la ciudadanía. Que observe, que se coordine, que participe a través de las organizaciones y redes sociales. Que pase información de lo que está viendo y le parezca sospechoso, que se involucre, que denuncie -y para ello, claro está, necesitamos autoridades confiables-. Tenemos que formar ciudadanos. Estábamos dormidos, pero ahora estamos ocupados. Y yo le aseguro que Monterrey puede movilizarse muy rápidamente.

P. Usted dice "tenemos"... Eso no sucede en otras zonas del país, donde se ve la lucha entre el Gobierno y el crimen organizado como una guerra ajena.

R. En Monterrey tenemos que lograr lo que se ha dado en llamar el "consenso México". Queremos transparencia, eficacia. Estamos hartos de corrupción y de ineficiencia en el Gobierno. Nos descuidamos y se metieron los insectos hasta la cocina. Y eso no lo podemos tolerar en el siglo XXI. Hemos dedicado muchos esfuerzos, muchos recursos, toda la vida, al Tecnológico de Monterrey y a Cemex y a la ciudad de Monterrey y no vamos a permitir que todo ese trabajo se pierda por la ineptitud. Tenemos una elevada población estudiantil y estábamos consiguiendo crear un centro regional de salud atrayendo a los mejores doctores de la República. Pero todo eso se está perdiendo porque ahora todo el mundo anda con miedo por la calle. Y no, no vamos a permitir que el crimen domine Monterrey. ¿La diferencia con otras ciudades? Sinceramente, hemos sido un poquito más efectivos para hacer que las cosas sucedan. Siempre hemos sido muy respetuosos con la autoridad, pero muy firmes. Nunca dimos la lata con cosas pequeñas, pero ahora sí hemos exigido que se nos tome en serio.

P. ¿Y cuál ha sido la respuesta?

R. La respuesta ha sido positiva porque nuestro llamado es de sentido común. A la autoridad le hemos recordado dos cosas. Una: que el futuro de sus carreras políticas depende de los resultados que se den aquí y ahora. Y dos: si estamos en guerra -y estamos-, ya no necesitamos planes que no se ejecutan, lo que necesitamos es gente decidida a actuar. Y eso no se estaba logrando. Le cuento un anécdota: un ex responsable policial nos dijo en confianza: yo hacía lo suficiente para que no me despidieran, pero no tanto como para que los narcos me quisieran matar... Esa actitud de tibieza, tolerada hasta ahora, ya no sirve. Hace falta pasar a la acción. Se lo hemos recordado al gobernador, que es una persona joven y con aspiraciones en la política y lo ha entendido rápidamente: su futuro depende de la solución de Monterrey. La prueba es que hace solo unos días ha cambiado a todo el Gabinete de Seguridad.

P. Usted fue muy duro con algunos empresarios de Monterrey que, en cuanto empezaron a sonar los tiros, se pusieron a salvo en EE UU. ¿Cree indispensable que la sociedad civil se implique en la lucha del presidente Felipe Calderón contra la inseguridad?

R. Es fundamental. Ni como sector privado ni como ciudadanos podemos decir: es la guerra de Calderón. El Gobierno es el que elegimos y hay que exigirle cuentas y por eso hay que quedarse. Y sí, a mí me dio mucha rabia que a la primera dificultad algunos empresarios eligieran la solución fácil: me voy. Me dio coraje que tiraran la toalla, que no se quedaran a defender lo que habían construido sus padres y sus abuelos. Pero es que, además, estaban poniendo de moda irse. Ya no se iban por miedo, sino por moda. Entonces decidí exhibirlos. Les dije públicamente: si te quieres ir, vete, pero no te vas como héroe, te vas porque no quisiste enfrentar un problema difícil. Como dijo Carlos Slim, y tiene toda la razón, se fueron dejando su negocio a la deriva. Algunos que se fueron con 10 van a regresar con mucho menos...

P. Hablando de Calderón. ¿Fue razonable su decisión de declarar la guerra al narcotráfico?

R. Él dice y con razón que se encontró un paciente que cuando lo abrió estaba invadido de cáncer. Tenía dos opciones: cerrarlo o combatirlo. Y no tenía otra opción. Yo creo que la única crítica que se puede hacer es si pudiera haber sido o no más efectivo. Pero tenía que hacerlo con lo único que tenía a mano: el Ejército y la Marina. Cualquier presidente serio hubiera hecho lo mismo. La alternativa era entregar la mitad del territorio a los narcos como sucedió en Colombia.

P. ¿El futuro de México depende en gran parte de lo que suceda aquí? No es lo mismo perder Ciudad Juárez que Monterrey...

R. De acuerdo... De acuerdo... Si perdemos Monterrey, ya lo demás está perdido. Pero estamos luchando por salir adelante. Las organizaciones civiles de Nuevo León son fuertes, son activas, muy libres, muy independientes. Y nuestros sindicatos pesan. Y las clases medias. Y las empresas grandes también pesan... Saldremos adelante. No permitiremos que se pierda Monterrey.

sábado, 22 de enero de 2011

El Barça y sus cuatro fantásticos

Javier Rodríguez Cura

BARCELONA, ESP.- Su lema es que es “más que un equipo”. No miente. Es una trituradora de conseguir triunfos de la mano de sus cuatro fantásticos.

Barcelona se ha hecho del título de invierno en La Liga de España. Este sólido edificio lo cimienta: Lionel Messi, Xavi Hernández, Andrés Iniesta, los tres mejores jugadores del mundo, según la FIFA, y David Villa, el máximo goleador español en la campaña.

Han cerrado la primera vuelta casi sin rasguño alguno. De los 19 partidos han ganado 17, sólo empatado uno y perdieron frente al Hércules de Alicante hace cuatro meses.

Es un domingo que la brisa de invierno me trae a estas tierras. En los pasillos se cuenta como rumor que Real Madrid ha empatado a uno frente a Almería en la cancha de éste. Con eso Barcelona requiere empatar con Málaga para llevarse la primera vuelta. Pero este equipo no es saciable.

Vive su mejor campaña en la historia. Joseph Guardiola, un querido de esta institución, llegó a dirigirlo hace tres años. El cabello le ha comenzado a escasear con el blanco de los años. Su trajín lo llevó a conocer la caliente Sinaloa en México. No tan caliente como está esta escuadra en cualquier competición que se pare.
Corre el minuto 7 de la fecha 19. Messi habilita a Dani Alves pegado a la banda derecha. El brasileño le baila a la pelota, la lanza como tiro de billar a la media luna del Málaga.

Iniesta recibe, la pisa, la soba y saca una bazuca desde su diestra que causa un sismo en el poste derecho del arquero Ajenjo antes de quitarle la virginidad al score de esta noche. En la segunda de la noche el Barça ha roto la muralla albiazul.

Apenas al 4’ había avisado una gacela que toma el costado izquierdo como si fuese una sabana. Eric Abidal se había conectado con los fantásticos Xavi y Messi, tras una pared entre ellos a unos 10 metros del centro del área malagueña, y había dejado ir la primera.

Y es que la escuadra de estos menudos futbolistas, de la media cancha al frente sólo Sergio Busquets rebasa el 1.75 del piso, es un tsunami de anotar en la portería rival.

Han marcado en 61 ocasiones en La Liga, cada 16 minutos gritan gol.

“¡Barza, barza, barza!”, se escucha en un Camp Nou que ha sido visitado por una ligera brisa a poco menos de 10 centígrados. Y es que la pelota es un monopolio de los blaugranas. Tocan por aquí, tocan por allá. Nadie se las quita.

El Málaga la tiene y no da tres pases continuos. La presión de los de Pep los atosiga.

Habíamos dicho que cada 16 minutos marcan, pero Villa se apura en hacerlo. Al 17’ Abidal se pone el traje de ladrón y hurta la pelota en el primer cuarto de los visitantes. Para esto no se apura, sabe que para trascender la bola debe pasar por los fantásticos.

Iniesta recibe y hace jugar a Messi, éste observa y habilita a un Villa que ha quedado abandonado en el área rival.

En una ciudad donde la delincuencia se limita a “si olvidas tu móvil (celular) en la mesa, puede que te lo roben”, según me fió un taxista, Villa es un vil delincuente, un asesino del área. Recibió y no perdonó. Tiene instinto de sicario infalible.

Los aplausos y el grito de “¡Barza, barza, barza!” calientan a los más de 100 mil que ven esta fantasía hecha realidad.

Un sueño que envía a Dani Alves de nuevo al hule tras regresar de una lesión poquito después del 20’.

La noche gélida no le hace nada a los fantásticos. Por ejemplo a Messi.
 
Camina por la cancha sin leyes. Es de los pocos que trae la camisa de fuera y que gravita en el centro de la grama, su nariz respingada y su peinado de niño de tercero de primaria lo camufla en una apariencia pasiva.

Pero no, no lo es.

Agarra la pelota y comienza a flotar en la cancha, corre disparado como un cohete con la bola que parece estar pegada a su taco izquierdo. Frena, deja pasar al rival que corre despavorido y sigue su camino. “¡Olé!”, se deshace la tribuna. Es un espectáculo aparte.

El boleto debería decir: tanto por ver al Barcelona y tanto por ver a Messi. Una pulga que nadie para y causa escozor en los defensas que necesitan hacerse más para detenerlos.

¡Y alguien le dijo a los 13 inviernos que no podía jugar!

Y ahora está batiendo sus propios récords.

Es el goleador del equipo, ha marcado 19 en lo que va de la Liga. A 11 de 16 equipos les ha pintado la cara. Contra dos no jugó.

Pellegrini lo sabe, por eso decide agregarle anticuerpos a su Málaga, el equipo que ha visto más maltratada su puerta en este torneo.

Para agregarle tesón y defensas contra la malaria de los fantásticos, Pellegrini invita a ver el arranque del partido desde la banca a Salomón Rondón, su goleador.

Los medios de Catalunya lo definen como “El nuevo Kluivert”. Al parecer ni Kluivert sirve para minar a una máquina de fútbol.

El vendaval blaugrana arrecia como el frío en esta tribuna. Xavi, Iniesta y Sergio han comprado la pelota y no se la prestan a los de Málaga. Bien haría la banca de este equipo en meter otra bola para que los suyos la puedan tocar.

Pedrito y Villa mantienen preocupados a una zaga que quería fincar un nuevo muro de Berlín para no ser exhibida. Pero aquí no se puede eso. Hasta el segundo lugar de la Liga, el Madrid, se llevó cinco de esta cancha hace unos meses.

La magia juega. El minuto 35 nos arrolla.

Messi corre despavorido con la pelota que no se aleja de él. El enamoramiento de la bola al botín izquierdo de Messi es inquebrantable. Habilita a Iniesta mano a mano con el portero, Andrés falla, pero los pulmones de Pedro le permitieron llegar a cantar el tercero de la noche.

Málaga no existe. Nadie más existe en el Camp Nou, sólo los catalanes.

Llega la mejor noticia para Pellegrini: el árbitro paró la masacre y los envió al vestidor.

La brisa se siente. Aún y en este enchaparrado Camp Nou puedes ver quién es el ídolo.

Las playeras de Messi, Xavi, Iniesta, Villa y Puyol son las más que se mojan esta noche de domingo.

Alicia Teruel, vendedora de la tienda oficial de Barça, me lo había confirmado.

-¿Cuál es la más vendida?, le pregunto

-Messi, luego Xavi, Iniesta, Puyol y Villa también

-¿Y la de Jonathan?, la interrumpo para preguntarle por mi paisa

-Es mi primera vez que vendo una de él

En este equipo juega un joven que lo conocí hace más de 10 años. Lo conocí pegado a la banda derecha de aquella cancha de Forza Italia en Las Puentes, en la querencia: San Nicolás de los Garza.

Hoy volteo al banquillo y no lo atisbo. Me hubiere gustado ver en esa banda derecha de la mano de Pep preparándose para entrar. Aún así traigo mi 34 en la espalda con un J. DOS SANTOS.

Este equipo no aburre, ni tampoco se aburre de ganar, pero sí el trajín de tres competiciones merma el físico de Los Fantásticos.

Duda les mete dudas a los blaugranas. Les inyecta el primero en una pelota parada al 23’.

A esto le falta algo. Un segundo tiempo no se puede ir sin que el Barça marque.

Xavi asalta al contención de Málaga, saca la varita mágica y deja en un páramo a Villa. “El Guaje” no se hace. El cuarto está en el score.

El estadio se para. Pedro e Iniesta parten de la cancha.

Todo se acaba.

Los Fantásticos vuelven a hacerla.

Yo camino por los pasillos extasiado.

Jamás me había puesto tan borracho, ebrio de la magia de Los Fantásticos.