lunes, 21 de marzo de 2011

A un año: 'mi hijo está vivo'

A los Medina Mercado, por su entereza y confianza

Javier Rodríguez Cura

En la casa de Jorge aún se siente su presencia.
La silla donde se sentaba a estudiar está movida, como si alguien se hubiese sentado allí. En la mesa, la Biblia, el libro preferido de la familia.

Es la mañana del 18 de marzo del 2011, hace un año, doña Rosy habló por última vez por teléfono con Jorge. Esa vez el joven se quejó en broma que tendría que trabajar hasta tarde por culpa de Javier, su mejor amigo.

Javier se enfermó y lo tuvo que acompañar al Hospital San José. Desde ese entonces, Jorge vive en la mente de su familia. Esa noche regresó a su casa.

La repisa a un lado de la tele tiene fotos de él. Con su toga y birrete, o con su uniforme de deportista, en otras abrazado con su familia.

Sobre el sillón está un oso de peluche. Uno de los últimos regalos de Jorge a su mamá.

Un muñeco especial para la familia. Es de color café, tiene un moño rojo, pero ese oso ha vivido con la familia un año pesado. Varias entrevistas que han dado las ha presenciado. Una de las últimas veces que platiqué con ellos, el oso estaba presente, en medio de los brazos de doña Rosy.

Ella lo dice: es especial.
Mientras, en la cocina huele a fritada. Una hermana de doña Rosy les había invitado un taquito. Tortillas de maíz y refresco para esta mañana antes de ir para el Tec.

Los padres de Jorge desayunan, en la sala está María de Jesús Alonso, doña Lula, como le dicen de cariño, la abuela materna del joven estudiante del Tec.

Al subir a su auto, el celular de la mamá de Jorge suena. Es un mensaje de Betsy, una amiga de la familia, de esos que los han acompañado por el trajín de estos 365 días:

“Sé que hoy es un día importante para ti, que Dios te use para demostrar a los demás la paz que sólo Dios suficiente da, que sea un testimonio vivido de cómo ese gozo y ese brazo consolador que de él venga llegue hoy. De hecho, precioso, que amó a Jorge lo quiso con él”.

Tomamos la autopista a Monterrey, esta mañana que el sol invade el lado derecho del coche.

Comienzan a contar de Jorge, mientras don Joel elude los trabajos de reparación de la autopista de cuota.

Doña Lula lee en el camino, lee algunos salmos para hacer más corto el camino al Tec, al homenaje para Jorge y Javier.

Los padres del joven hablan sobre el soldado detenido, ellos saben que nada se los devolverá.

“No nos da gusto, pero si cometió un delito que lo castiguen conforme a derecho”, dice doña Rosy, aunque acota, “lo que hizo no estuvo bien, pero lo invitaría que se acerque a Cristo para que encuentre el perdón”.

Cruzamos del lado de Nuevo León, la imagen de Jorge está con ellos, recordar cómo fue les dibuja una sonrisa en medio del luto del primer año de su partida.

“Yo siempre le hablaba que había que dejar todo en manos de Dios, y él está con él; no hemos entendido porqué, pero lo aceptamos, nos queda claro que somos servidores de Cristo”, dice doña Rosy que ha dejado los bucles del dolor, por el lacio de aceptar lo que pasó hace un año.

El viernes ha rebasado el mediodía, pero ni la pesadumbre ha vencido las creencias de la familia Medina Mercado, no, las ha consolidado más.

“Hemos orado por esas personas (los militares que participaron en el enfrentamiento), oramos por ellos para que Dios les dé convicción de pecados”, afirma la maestra retirada.

La familia Mercado exige que además del juicio, se limpie los nombres de los dos alumnos.

“Lo que hagan no nos van a regresar a Jorge”, dijo Rosa Elvia Mercado, “no nos da gusto, pero si cometió un delito que lo castiguen conforme a derecho”.

Asimismo, le mandó un mensaje al militar detenido.

“Lo invito a que se arrepienta de lo que hizo y se acerque a Dios, porque Dios es muy claro en su palabra: ‘La paga del pecado es la muerte’, y él (el militar) está muerto, pero mi hijo está vivo”.

Y es que cruzamos frente a las instalaciones de la UDEM ya sobre Morones Prieto, en Nuevo León, y don Joel dice “no hay niveles de pecado, son pecados y punto”.

-¿Qué se imaginan que esté haciendo Jorge, ahorita?

-Este, de seguro, de preguntón, porque siempre quería saber todo.

Estamos a punto de llegar al Tec, desde hace casi un año, no se paran allí. La última vez fue cuando colocaron una placa para Jorge y Javier.

Recuerdan que esa vez estuvo Margarita Zavala de Calderón, la primera dama, por ella, el Tec se colmó de militares.

Damos vuelta sobre Luis Elizondo y Garza Sada. Ese punto maldito.

Antes de que me baje del auto, deslizo:

-¿Confían en los militares?

-Este…, pues ya no tanto.